Los amigos invisibles o Imaginarios de los niños

Es muy frecuente durante la primera infancia que los padres escuchen a sus hijos hablar de un amigo invisible o amigo imaginario. Según estudios, en la actualidad casi 50% de los niños pasan por esa etapa antes de los siete años, y entre 20 y 30% de adultos aseguran haberlos tenido. ¿Qué dicen al respecto los psicólogos y especialistas? 

Aunque la opinión sigue estando dividida, y muchos profesionales creen todavía que el amigo imaginario puede señalar una conducta patológica, la verdad es que cada vez hay más consenso en cuanto a afirmar que se trata de una conducta completamente normal. Desde luego, y como en todos los comportamientos humanos, son las circunstancias particulares las que definen si determinada manifestación es o no sana. En general, tener un amigo imaginario dentro de ciertos parámetros, no solo es normal, sino además puede resultar constructivo. Se sabe que los niños que conviven con otros niños son menos proclives a inventar amigos imaginarios que aquellos que permanecen muy solos o comparten únicamente con adultos. Mucha televisión y poca atención son también detonantes. 

No obstante, los amigos invisibles pueden ser un magnífico indicador:

Los niños que crean un amigo imaginario suelen ser más creativos que el promedio. De hecho, inventar tal figura es muestra de una imaginación activa y libre. Entre mayor sea la capacidad de inventiva del niño, más elaborado será el personaje y más rica resultará su descripción o conjunto de características.

Del mismo modo, los amigos invisibles desarrollan tempranamente habilidades comunicativas que se notan en el lenguaje de los niños, cuyo vocabulario tiende a ser más nutrido y organizado. Por otra parte, la existencia del amigo imaginario genera empatía, compasión, solidaridad, capacidad para ver las cosas desde afuera y ponerse en el lugar de otro, así como facilita la expresión de los propios sentimientos. Otro aspecto muy positivo consiste en que muchas veces, hablando del amigo, los niños pueden manifestar frustraciones, resentimientos o temores que les costaría admitir en primera persona, lo cual es un mecanismo útil para los padres.

¿Cuándo preocuparnos?

  • Cuando la fantasía se impone sobre la realidad, y el amigo invisible está presente todo el tiempo. El tema debe entenderse a largo plazo, pues es normal que en el corto plazo, el amigo protagonice días enteros.
  • Cuando la existencia del amigo no tiende a desaparecer y se prolonga después de los siete u ocho años. Aunque no hay una línea clara para marcar el fin de la infancia, y los tiempos pueden variar, siempre es posible notar cuando el proceso de maduración no es adecuado.
  • Cuando el proceso es a la inversa, y el amigo imaginario en lugar de perder, cobra fuerza.
  • Cuando el amigo invisible obedece a sentimientos de soledad y está llenando un vacío afectivo en el entorno del niño.
  • Cuando el amigo es el que asume las culpas y responsabilidades y sirve de excusa a los malos comportamientos.
  • Cuando el niño deja de socializar y rechaza la compañía de los amigos y las personas reales.

La actitud de los padres frente a los amigos invisibles debe ser natural, pero no caer en las conductas de refuerzo, es decir, traerlo a cuento sin que la idea haya partido del niño o preguntarle cosas directamente… Y mucho menos ¡castigarlo!

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