Muchas veces olvidamos que en nuestro núcleo familiar no solamente hay personas. Hay seres que comienzan siendo algo más pero terminan siendo una parte hermosa e importante de la vida para todos los miembros de una familia.
Sí, estoy hablando de las mascotas. No importa que animal sea, una vez se ganan nuestro corazón, comienzan a ser familia.
En mi hogar, siempre hemos tenido mascotas, tanto así que puedo afirmar, que nunca ha habido un día en el que no haya estado acompañada por algún animal. Sin embargo, yo los veía como un amigo más, hasta que un día llegó a mi vida un pequeño que cambio mi forma de ver a las mascotas e hizo que entendiera que cada una era un miembro más de mi familia y que eran tan importantes como yo dentro de ella.
Mi madre, encontró a un cachorro abandonado y decidió adoptarlo. Cuando llegó a casa con él, yo sentí que necesitaba más amor y compañía que cualquier otro, por eso quise hacerme cargo de él. Verlo crecer hizo que cada día lo quisiera más y que se fuera ganándose un enorme lugar en mi corazón.
A medida que pasó el tiempo, nos hicimos inseparables. Jugábamos todas las tardes, comíamos juntos, dormíamos en la misma cama, nos hacíamos compañía y cuando el otro no estaba nos extrañábamos. Entendí, que él no solo era mi mascota sino que era mi hermano de cuatro patas y me demostró que estaría junto a mí toda su vida.
Gracias a él, ahora entiendo la importancia de tener una mascota y comprendí que con el tiempo ellos comienzan a ser hermanos y la mejor compañía que puede haber en un hogar.
